El desmoronamiento

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Tengo una pequeña gran obsesión con el fin del mundo.Y esa pequeña obsesión me llevó a Estación once, una novela maravillosa de Emily St. John Mandel.

Llegué a este libro gracias a una lista de Lit Hub: “Books That Explore What Happens After Things Go Wrong”. Libros que exploran lo que pasa cuando las cosas salen mal.

¿Y qué sale mal en este libro? Algo familiar: un virus respiratorio fulminante que en unos pocos días hace colapsar a la civilización. Ahí ya capturó mi atención. Y cuando leí que su autora lo publicó el 2014 dije “¡toma todo mi dinero!”.

Emily St. John Mandel cuenta la historia de una caravana, la Sinfonía Viajera, que deambula por un Estados Unidos irreconocible, casi deshabitado, y se detiene en los pocos asentamientos de sobrevivientes para presentar obras de Shakespeare.

Esta novela combina diferentes líneas temporales, hilvana las vidas de distintos personajes, transmite un mensaje de optimismo y reivindica el poder del arte y la memoria. La poesía y el teatro como vestigio de la belleza humana.

Pero lo que me cautivó de Estación once es lo que la autora llama “el desmoronamiento”. Ese momento de quiebre entre la civilización tal como la conocíamos y lo que viene a continuación.

A veces el desmoronamiento desafía la arrogancia humana, como en Guerra Mundial Z, de Max Brooks. El capítulo sobre la batalla de Yonkers es el mejor ejemplo: un combate imposible contra un enemigo —hordas de zombies— que no come, no tiene sed, no se cansa, no duerme, no claudica.

A veces el desmoronamiento es innominado, como en La carretera de Cormac McCarthy (edición #56). ¿Fue un apocalipsis nuclear? ¿Un meteorito? ¿El calentamiento global? ¿Una lluvia de cenizas?

A veces el desmoronamiento tiene principio pero parece no tener fin, como en Islas de calor de Malu Furche . El calor sofocante como una condición perpetua, sin tregua, y los incendios que no se apagan como metáfora de un cambio que no llegará.

Sigo masticando Estación once. Sus capas y texturas. Su capacidad de acumular una tensión narrativa. Su aproximación a la fama, el fanatismo religioso y la memoria energética de los objetos.

¿Qué otra novela sobre el fin del mundo me recomendarías? ¿Cuál es tu desmoronamiento favorito? Responde este correo y cuéntame. En las siguientes ediciones de Hipergrafía seguiré comentando este tipo de libros.

“La humanidad está atada al arte”

Les dejo esta breve opinión de una fanática de Estación once. Pero debo enfatizar: fanática fanática. Lean lo que tiene que decir sobre este libro Anita Álvarez, una lectora voraz:

“¿Por qué me gusta tanto Estación Once? Primero, porque está maravillosamente bien escrito, por la forma en la que Emily St. John Mandel usa la estructura para conectar toda la historia entre los personajes, para mostrarte la relación entre los personajes y cómo las acciones de algunos tienen efectos globales. Es un libro muy interesante.

Aparte de eso, el tema de que en el apocalipsis, cuando se acaba todo, todavía vamos a querer seguir haciendo arte. El que usen a Shakespeare no es poca cosa. Shakespeare condensa todas las emociones humanas, todo lo que significa ser humano, vivir, sentir. Y que en el apocalipsis la gente todavía esté buscando eso y siga queriendo escuchar música, a pesar de que no tienen nada, me pegó muy fuerte.

Cuando uno escribe o cuando uno se dedica a las artes, la literatura o cualquier cosa de ese ámbito, uno se imagina que está haciendo algo trascendente. Y este libro muestra que el arte es trascendente.

Es hermoso en el sentido de cómo el arte es al final lo que nos hace humanos, lo que nos invita a relacionarnos con otras personas, lo que nos invita a conocer a otras personas, a establecer relaciones. Todo viene del arte en este libro. Es un libro precioso, es un libro que habla sobre la humanidad en los momentos más extremos, y esa humanidad está siempre atada al arte”.

 

Hipergrafía

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