De vez en cuando pienso en un cuento increíble: “Continuidad de los parques” de Cortázar. Uno de esos relatos que te sacuden y remecen y te voltean la cabeza. Si no lo has leído, dedícale unos minutos, degusta cada palabra, saborea cada línea
Es cortito, un par de páginas. Probablemente por eso lo leí: quería algo breve, brevísimo. Estaba en la edición de cuentos completos de Cortázar que tenía mi hermano Pablo, con quién compartí habitación hace muchos años. Después me volví a encontrar con este relato en la Antología del cuento fantástico hispanoamericano (Editorial Universitaria, 2005).
Ha pasado más de una década y me pongo a revisar esta antología. La selección, prólogo y anotaciones son del poeta y ensayista chileno Óscar Hahn. El libro reúne a 29 cuentistas del siglo XX que, a través de distintos viajes narrativos, llevan al lector a horizontes más allá de la razón, a ese terreno movedizo entre lo real y lo soñado
En el prólogo Hahn aclara que en su selección de cuentos la dimensión de lo fantástico es amplia y coquetea con otras definiciones recurrentes durante el siglo XX: “real maravilloso”, “realismo mágico”, “surrealismo”, etc. Parafraseando a Tzvetan Todorov, nos dice: “Lo fantástico se caracteriza por una percepción ambigua de acontecimientos aparentemente sobrenaturales”
Un elemento común de estos cuentos fantásticos es la naturaleza indómita. La lluvia, por ejemplo. El argentino Leopoldo Lugones narra un aguacero cuprífero inexplicable con “La lluvia de fuego”; el mexicano Amado Nervo nos lleva a un país donde la lluvia es luminosa; el venezolano Arturo Uslar Pietri nos deleita con su relato “La lluvia”, uno de aquellos donde el visitante fugaz desaparece sin dejar rastro; y García Márquez nos presenta el “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo”, antesala de su inmortal Cien años de soledad.
Los animales también escapan de lo natural. El uruguayo Horacio Quiroga humaniza a un tigre y le da nombre: Juan Darién, mientras que el chileno Juan Emar documenta la escalofriante historia de un loro de la aldea de Tabatinga que actúa sanguinariamente, incluso cuando ya fue embalsamado

Y ahí está el breve, el brevísimo “Continuidad de los parques” de Cortázar, un relato circular, de tres capas, que te mete en una primera historia, luego en una segunda historia y después te vuela la cabeza
A menudo pienso en el final del relato: cómo dos o tres líneas generan una imagen tan potente en la cabeza de quien lee. Esas palabras finales —“la cabeza del hombre en el sillón leyendo la novela”— nos trastocan y desordenan nuestra percepción de lo que leemos. Lo que parecía no es lo que parecía.
Una persona que lee su propia muerte. ¿Es eso la literatura?
“Continuidad de los parques” es un cuento espléndido, que se sigue reproduciendo en mi cabeza, como una canción en modo repetición permanente. Un cuento fantástico.
