Desde el 18 de octubre pasado las calles de Chile se han convertido en el gran escenario de la protesta social y política. La mayor movilización de masas desde 1990, año de regreso a la democracia, que no sólo se refleja en la consigna de la plaza o de la calle sino también en la conversación cotidiana. Muchos dicen que la hasta ayer anodina sociedad chilena ha tomado partido, estructurando un discurso de demandas comunes, es cierto, pero con fuertes ribetes ideológico, propios de un tiempo que muchos creían sepultado.
Los procesos políticos chilenos han sido, aunque algunos quieran negarlo, expresión de los vaivenes de la política latinoamericana. Por más que un sector de la sociedad quiera diferenciarse de la idiosincrasia continental, los porfiados hechos retienen a Chile y lo convierten en una pieza más del engranaje.
Tiempos convulsos se viven, a la vez, en Ecuador y Bolivia. En esos países como en Chile se repiten los mismos fenómenos: críticas a las instituciones y al modelo económico, demandas de mayor equidad, requerimientos a los militares para que pongan “orden”, muerte y violación de DDHH.
El relato de los bandos en pugna refleja no sólo un bagaje cultural y político, en algunos casos casi atávico, sino que también revela el acceso a la literatura e información que los protagonistas tienen.
Existen, por ejemplo, sendos estudios históricos sobre los libros y las bibliotecas que poseían los criollos que hicieron la revolución de la independencia en toda Hispanoamérica. De esa investigación se deduce la influencia de filósofos políticos europeos de mediados del s XVIII; de ensayistas americanos y de escritos de algunos ilustres americanos.
Lo mismo ocurre en estudios respecto a la Revolución Francesa, la Independencia de EE.UU. o la Revolución Rusa o la Mexicana; en fin.
¿Cómo se escribirá la historia de lo que leyeron, y escribieron, los protagonistas de las movilizaciones de Chile en estos días?
Sin duda no será fácil de explicar. No porque “la gente no lee”, como algunos puedan pensar a la ligera, sino porque los formatos en que está la información son múltiples y dinámicos. Si hace 30 años convocar a una manifestación de 1 millón doscientas mil personas, como la ocurrida en Plaza Baquedano el pasado 25 de octubre de 2019, se requería de equipos y logística extensa, con amplia difusión en medios escritos y televisivos, hoy bastan horas para hacer circular la convocatoria por medio de redes sociales y obtener buenos resultados.
Es cierto que conocemos y valoramos sólo las convocatorias exitosas, los fracasos no son registrados, pero convengamos que la velocidad de los procesos es sorprendente. Más aún para quienes se resisten a interactuar y participar de las redes sociales. Quienes, virtualmente, ni se enteran que la historia les pasa por el lado.
Alguien podrá denostar mi comparación y, quizás a más de alguno, piense que los sesudos volúmenes, que contenían la filosofía política de hace dos siglos, no son siquiera comparables con la “frugalidad” de los posteos en redes.
Sin embargo, hay que tener 2 consideraciones. La primera es que tales posteos no son uniformes ni en cuanto a ideas ni respecto a la complejidad de sus argumentaciones. Lo segundo es que a diferencia de dos siglos atrás la creación de la cultura y, por tanto, de los relatos políticos, no descansan en un puñado de iluminados, sino en miles de mentes y teclados. Hoy la generación de ideas y mentalidades es un proceso colectivo, que se entrega en una dimensión inmediata y, a la vez, en otra de largo aliento.
La lectura y la generación de contenidos de estos días no puede escapar al frenesí y la convulsión del momento. Es decir, no puedes exigir hacer filosofía y sociología política mientras caminas y golpeas una cacerola. Pero te puedo asegurar que una revisión de comentarios, fotografías, posteos, memes y gráficas te permitirán, en un abrir y cerrar de ojos, conocer las demandas y anhelos de los millones que se arriesgan en la calle.
Entonces comprenderemos que allí está la preocupación por las míseras pensiones de los abuelos y abuelas, los altos precios de los medicamentos y tratamientos médicos que ellos mismos, o sus familias, deben costear; sabrás de los deudores del CAE, un préstamo para los estudiantes universitarios que pagan por décadas con intereses abusivos; también conocerás de la indignación porque solo los pobres pagan con cárcel sus delitos mientras los ricos evaden la justicia; o conocerás del reclamo por la falta de una educación pública que garantice calidad de la enseñanza para todos; en fin… si lees todo eso… podrás comprender porque, pese a un mes de movilizaciones, 22 muertos, 200 jóvenes que han perdido sus ojos, 441 heridos por arma de fuego, 6 mil detenidos, 2. 400 heridos, 66 denuncias por violencia sexual; la gente sigue cacerola en mano haciendo historia, pese a todo, cantando, saltando, gritando: Chile despertó!.