La literatura chilena se ha caracterizado por tener grandes referentes en variados géneros que, con el transcurso de los años, han sido cubiertos por el ingrato manto del olvido. Sin embargo, no pocas editoriales independientes chilenas se esmeran en traer aquellas letras contingentes al presente. Un ejemplo de lo anterior, radica en Alfonso Calderón, escritor y cronista chileno fallecido el año 2009, quien dejó un vasto legado literario que ha sobrevivido gracias a editoriales como Catalonia y RIL Editores.
Pero, ¿qué podemos destacar de Alfonso Calderón? Nacido en San Fernando el año 1930, destacó como poeta, antologador, ensayista, biógrafo y crítico literario, llegando a publicar más de cincuenta obras literarias en vida y conformando la llamada “Generación del 50”. De su extenso legado, tal vez lo más destacado sean sus crónicas, cortos esbozos (similares a los de su coetáneo, Eduardo Anguita, en su libro “La belleza de pensar”) donde recorre con soltura distintas temáticas, haciendo siempre hincapié en el tema que lo apasiona: la escritura. Pero no hay sólo crónicas metaliterarias, sino que también crónicas donde el amor, los animales, las calles y la turbulencia de Santiago, y las reflexiones sobre otros autores admirados y despreciados por el escritor, son protagonistas. El 2009, año del deceso de Calderón, la editorial Catalonia publicó “El vicio de escribir”, una certera antología con las mejores crónicas del escritor y que hoy en día es posible conseguir a tan sólo 1800 pesos en Buscalibre.com.
No podemos dejar de mencionar la experticia de Calderón por Santiago y Valparaíso, dos ciudades donde vivió gran parte de su vida y que dentro de su obra aparecen como una constante fuente de inspiración. En su libro “Memorial de Santiago”, editado por RIL Editores, se rememora con gran destreza literaria, la historia (e historias) de espacios icónicos de la capital, como el Cerro Santa Lucia, la Quinta Normal, la Plaza de Armas, etc…
Tampoco sería justo pasar por alto su afición por el género del diario literario, donde destacan principalmente sus diarios de viajes a Israel, Sicilia, Bélgica, Francia, España y Holanda; en estos vemos reflexiones sobre el contraste de aquellos lugares con las ciudades de Chile y también de sus andanzas en medio de ciertas culturas tan remotas para un sudamericano. Y también ocho tomos con su diario personal, donde se complementa constantemente su cotidianidad con la experiencia literaria.
Esperemos que el legado literario de Alfonso Calderón prevalezca en medio de un mercado editorial, donde la literatura de calidad parece relegar su protagonismo a los bestsellers, pero donde aún muchos escritores, cronistas y poetas, dan sus últimos aleteos de supervivencia en pos de un puro amor a la escritura. Entre ellos, la memoria de Alfonso Calderón.