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viernes, 31 marzo 2023
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Cronología de una lectura

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Cronología de una lectura
Cronología de una lectura. Columna de Patricio Contreras

Esta semana escribo sobre un proceso de lectura frenético y raro. Esta es la cronología.

Domingo 19 de febrero

Tengo unos minutos para leer. Abro la aplicación de la Biblioteca Pública Digital para seguir avanzando en Instrucciones para una ola de calor, de Maggie O’Farrell. Pero antes hago una revisión de las novedades editoriales. Nada nuevo en la portada. Tengo un impulso. Soy adicto a los policiales así que presiono la lupa y escribo “Lee Child” y me arroja los mismos resultados de siempre, los que ya leí… espera, no, hay uno que no está en mis registros: Sin fallos. No hay ejemplares disponibles, así que hago una reserva, cierro la aplicación, no leo nada y me olvido del asunto.

Lunes 20 de febrero

Comienza la semana, respondo correos, escribo, tengo reuniones, vuelvo a escribir, vuelvo a responder más correos. Cerca de la hora de almuerzo llega la notificación a mi teléfono: “Tu reserva de Sin fallos está disponible”. Genial: Jack Reacher está golpeando a mi puerta.

La novela es sobre algo casi imposible: cómo evitar que se concrete la amenaza de asesinato del vicepresidente electo de los Estados Unidos y descubrir a sus posibles perpetradores. Reacher debe dilucidarlo.

Leo dos horas y un minuto.

Martes 21 de febrero

La vorágine del trabajo me absorbe. Olvido que tengo un libro por leer. Debo estrujar el tiempo. La Biblioteca Pública Digital presta el libro durante dos semanas y yo estoy en sequía lectora, así que tengo que disciplinarme. Decido leer en los tiempos muertos: al bajar o subir en ascensor, esperando que el almuerzo esté listo, en el baño.

En la novela Reacher hace una auditoría para saber si es posible matar al vicepresidente. Su veredicto: es casi imposible salvarlo. El Servicio Secreto no podrá hacer mucho. Aunque todos sabemos que Reacher no cree en esa palabra.

Leo una hora y dos minutos.

Miércoles 22 de febrero

Hay dos momentos que me encantan de la escritura de Lee Child.

El primero lo denomino como el momento “shit just got real”. Es cuando el autor nos demuestra que los malos no son malos de telenovela. Son malos malos. Más malos que el natre, diría mi abuelo. Malos de adentro. Personas que torturan, mutilan, amputan, castran, queman, cercenan y solo después de eso asesinan.

Si aparece un pulgar o un genital o un brazo como señal de amedrentamiento, es que la mierda se puso real.

Te iba a explicar cuál es el segundo momento, pero aún no llego a esa parte.

Leo una hora y 39 minutos.

Jueves 23 de febrero

Es un día intenso: trabajo, familia, risas, llantos, alegrías, pausas, reuniones, esperas.

Durante el día avanzo poco en la lectura. Al atardecer me siento afiebrado. El termómetro habla: 37,8°. La cabeza empieza a divagar, mi calor corporal fluctúa. Voy al ritmo de una montaña rusa térmica.

Reacher empieza a ser Reacher. Frases cortas y punzantes, argumentos extensos y contundentes. “Nosotros no somos del Servicio Secreto”, le dice a un sospechoso. “Venimos de un lugar en el que no está permitido echar nada a perder. Y venimos de un lugar en el que no hay reglas”.

El termómetro marca 38,7°. La lectura se fusiona con mi fiebre, entro en un terreno de delirio. Los límites del proceso se difuminan, las escenas se siguen sucediendo en mi cabeza, siento que estoy al lado de Reacher, me duele el cuerpo, escucho los diálogos, se repiten incesantemente durante la madrugada.

“Venimos de un lugar en el que no hay reglas”.

Leo una hora y 59 minutos.

Viernes 24 de febrero

La fiebre se atenúa, por ahora. Llego al segundo momento de la novela que es una marca carcaterística de Lee Child. Lo llamo: “cuando Reacher decide matarlos a todos sin contemplación”. Hago énfasis en “decide”. No es una amenaza, no. Es la consecuencia inevitable de haberse topado con él.

“Parece que está contemplando tomar medidas muy serias”, le dice en un momento el vicepresidente electo.

“El que juega con fuego se quema”, responde Reacher.

“Esa es la ley de la selva”, replica el político.

“¿Y usted dónde se cree que vive?”, dice Reacher en la impecable traducción de Aldo Giacometti.

Hacia la noche mi delirio febril reaparece y las imágenes y diálogos comienzan a cobrar vida. Creo que tengo Covid y Jack Reacher está dentro de mi cabeza planeando la aniquilación de los malos.

Leo una hora y 20 minutos

Sábado 25 de febrero

Baja la fiebre en la madrugada. Mi hijo Leonardo no se da por enterado y quiere estar despierto o en brazos o ambas cosas.

Son las cinco de la madrugada. Mientras lo sostengo tomo mi teléfono con una mano, abro la Biblioteca Pública Digital y sigo leyendo. La madrugada me da una fuerza inusual. Las escenas avanzan vertiginosamente, Reacher se abastece de armas, viaja, elige la locación adecuada, examina, espera.

Entro en un frenesí lector, no puedo despegarme de la novela. Quiero dormir pero también quiero leer. Dormiré otro día, pienso. Jack Reacher no puede esperar. Jack Reacher no duerme. Jack Reacher es una fuerza de la naturaleza que no comprendemos, pero que necesitamos.

Y yo no lo abandono hasta que terminemos juntos la masacre, él golpeando y disparando y yo moviendo mis ojos a una velocidad desquiciada, con el impulso de un adicto que necesita más, otra dosis de lectura, directa al cerebro.

Amanece en la novela, amanece en mi departamento. Terminamos. Sin fallos ha terminado.

Leo tres horas y 10 minutos.

Domingo 26 de febrero

Siento un vacío dopamínico. Extraño a Reacher. La fiebre ha bajado. Me pregunto si leí con el desenfreno que describí. Tomo mi teléfono, voy a la app de balance digital, veo el uso que tuve en los últimos siete días y sí, fueron casi 11 horas de lectura en la Biblioteca Pública Digital.

Al día siguiente me haré un PCR y a la noche sabré que tengo Covid. Este gráfico queda en mi cabeza: la cronología de una lectura febril en la semana más extraña de este 2023.

 

 

Sin fallos ...
Columna de Patricio Contreras

 

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A los 91 años muere el premiado escritor chileno Jorge Edwards

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Jorge Edwards, muere a los 91 años
Jorge Edwards, muere a los 91 años

Nacido en Santiago el 29 de junio de 1931, fue reconocido por su obra literaria, carrera diplomática y activismo político.

Edwards comenzó su carrera literaria en la década de 1950 con la publicación de su primer libro, «El patio«. Sin embargo, no fue  sino en la década de los ’70 que alcanzó un mayor reconocimiento con la publicación de «Persona non grata«, una novela que relata su experiencia como diplomático chileno en la Cuba de Fidel Castro. Nominado en el cargo de Ministro Consejero de la Legación chilena por el Gobierno del Presidente Allende el escritor se ganó el rechazo del castrismo por hacer causa común con los intelectuales perseguidos por la Dictadura, su rol tuvo un abrupto final cuando el régimen lo declaró persona non grata y los expulsó de la isla.

A lo largo de su carrera, Edwards publicó numerosas novelas, ensayos y memorias, incluyendo «Los convidados de piedra» (1978), «El Museo de Cera» (1981) «El anfitrión» (1987), El inútil de la familia» (2004) y «La casa de Dostoievsky» (2008). En 1991 recibió el Premio Comillas de la Editorial Tusquest por su novela «Adios Poeta» inspirado en las vivencias que compartió al poeta Pablo Neruda

La crítica ha dicho que sus obras se caracterizaron por un estilo elegante y refinado, así como por el interés en temas políticos y sociales.

Además de su carrera literaria, Edwards ha tenido una destacada carrera diplomática, sirviendo como embajador de Chile en Francia y en otros países europeos. También ha sido un activista político, aunque su rol en la oposición al régimen de Augusto Pinochet en Chile no estuvo exenta de polémicas.

Nuestro medio recibe con tristeza y nostalgia la noticia de su fallecimiento, sin duda uno de los escritores más importantes y reconocidos de la literatura chilena y latinoamericana. Su legado literario y su compromiso con la sociedad son indudables, su partida deja un gran vacío en la cultura de nuestro país.

El reconocimiento a Edwards y su obra queda plasmado en los premios que recibió. El 1994 es honrado con el Premio Nacional de Literatura. En 2000 fue galardonado con el Premio Cervantes, al mismo tiempo que el Ministerio de Educación de Chile le entregó la Orden al Mérito Gabriela Mistral.

Su literatura no sólo responde a las diversas facetas que marcaron su personalidad, sino también a los tiempos convulsos y creativos donde le correspondió vivir.

La suya fue una vida singular y de profundas transformaciones, baste para ello iluminar el hecho de que en los inicios de su carrera diplomática el Gobierno de la UP de Salvador Allende le encargó abrir la embajada chilena en Cuba y, a los finales de la misma, se desempeñó como Embajador en Francia, nombrado por Sebastian Piñera.

Fue entusiasta para defender sus puntos de vista, ya sea en el ámbito político o diplomático y también frente al gran debate cultural que marcó el cambio de siglo. Sin duda sus columnas y obra, en general, no dejaron a nadie indiferente y seguirán siendo, por un buen tiempo, insumo para la discusión creativa.

Era, por sobre todo un hombre de letras, sus novelas, ensayos y memorias serán testimonio de su compromiso con la literatura, concibiéndola como herramienta para la transformación social.

Leslie Alvarado: La Jaula dentro del Pájaro, una novela escrita «desde el aula, del colegio no»

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La jaula dentro del pájaro, la primera novela de Leslie Alvarado
La jaula dentro del pájaro, la primera novela de Leslie Alvarado

Esta es la primera novela d ela poeta Leslie Alvarado. Recoge la historia de una profesora que se enamora de un alumno… pero es mucho más que eso. Asume su culpa y por eso cuenta su historia. Es la historia de miles de profesores a la vez, de la estrechez de su mundo y de la forma en que encuentran refugio en el aula.

La Jaula dentro del pájaro es un relato con cadencia y estilo propio, Leslie Alvarado consigue, a través de un vaivén, adentrarnos en la realidad de una escuela de pueblo y de una profesora que comparte las carencias afectivas y de identificación de los estudiantes a su cargo.

 

Despedir a un perro

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Catechi, comentario literario de Patricio Contreras
Catechi, comentario literario de Patricio Contreras

Estoy en sequía lectora.

Leo nació hace casi cinco semanas y el mundo se dislocó y perdió su rutinaria continuidad. Para bien.

La novela que está en mi velador —“Los límites y el mar”, de Esteban Catalán— ya acumuló una fina capa de polvo que no tengo tiempo ni ganas de limpiar. Estoy tentado de dibujar una carita feliz con mi dedo índice.

Antes de escribir este boletín intento traer a mi cabeza los últimos libros que leí. Tarea inútil: el tiempo se ha extendido como un chicle y lo de hace tres días me parece que fue hace un mes. Abro Goodreads para despercudir mi memoria, alterada por la falta de sueño, y veo que fue Catechi, de Cristian Geisse, editado por Montacerdos el 2018.

Soy fan de Geisse. Su cuento “¿Has visto un dios morir?” es uno de mis favoritos. Su narrador es honesto, frontal, de retórica cotidiana. El relato parte con esa afirmación corporal que siempre recuerdo: “Valparaíso es algo sucio. Yo también, por eso me siento cómodo aquí”.

Pero me estoy desviando. Catechi es la historia de un hombre y un perro. O de un hombre perro. O un perro hombre. En estas páginas cuesta separar al amo de su mascota, al humano del can. Esa imprecisión se refleja en la frase insignia de la novela: “El Catechi soy yo. Yo soy el Catechi”.

Las vidas y voces de esta novela confunden al lector e instalan imágenes oníricas, improbables y absurdas. Perros que actúan como humanos, humanos que reaccionan como perros.

Este fragmento me quedó dando vueltas:

Después de muchos años, Catechi se saca los lentes con su pata temblorosa y enjuta, mira a su alrededor y ve el palpitar de la luz de su vela en las paredes de su claustro: he desperdiciado mi vida, dice, y sale a morir al sol. Afortunadamente todo es un sueño y Catechi se despierta sobre el libro de matemáticas con el que pretendía desentrañar el misterio del universo, pero entiende rápidamente que nada de eso es para él, que los números son un lenguaje poderoso, pero incapaz de dar la respuesta que está buscando. Y vuelve a dejar todo de lado, y sale al aire libre, y vuelve a respirar, justo a tiempo.

Hago zoom en una frase: “Catechi se saca los lentes con su pata temblorosa y enjuta”. Cuando leí eso intenté visualizar al Catechi y esa imagen se fusionó con la de los perros que juegan al poker de Coolidge. En mi cabeza dibujé al Catechi elegante de punta a rabo —¿de pies a cabeza?—, rodeado de humo de cigarro, consultando su reloj de saboneta mientras se apoya en un bastón.

La obra de Geisse tiene algo de viaje cósmico y alucinógeno. De la nada invoca la mente humana, la evolución canina, el diablo y La Divina Comedia, para después escribir: “El perro fue creado hace milenios para extender la vida, para entender la muerte humana. O su transformación. Un perro es, en el fondo, un hechizo”.

Hace muchos años tuve un perro y viví ese hechizo. Un poodle blanco que se llamaba Jack. Era cascarrabias, dormilón y bueno para orinar a los pies de mi cama; era su venganza silenciosa cuando se me olvidaba sacarlo a pasear. Estuvo con mi familia durante 13 años. En su último lustro de vida lo atacaron los tumores y de a poco envejeció y se apagó.

El día que murió yo tenía 20 o 21 años y lloré desconsoladamente. Algo de mí se había esfumado.

Recordé a Jack y a esa pena desoladora gracias a Catechi. Creo que Geisse puso en palabras lo que sentí con la muerte de mi perro y que nunca pude verbalizar:

Yo morí junto con su cuerpo. Sé que somos indestructibles y que, en el fondo, su partida es solo una ilusión. De todas formas, lo voy a extrañar tanto, como un pedazo de mí que salió a fugarse por el campo. Disfruté todo el proceso y viví nuestra aventura con pasión. Estuve en su mente y en su espíritu el último tramo del trayecto. Estoy seguro de que nunca supo mi nombre, pero sin duda supo quién soy yo. Doy gracias por su hermoso amor. Su nombre tiene un claro significado para mí.

Porque sí, probablemente mi perro nunca supo cómo me llamé ni qué estudié ni qué cosas pensé sobre el mundo, la vida, la muerte y las novelas de Jack Reacher. Pero supo —a su manera— quién soy yo, quizás de formas que ningún ser humano jamás podrá saber.

Hoy esas lágrimas adquieren otro sentido y siento que puedo despedir a mi perro sin el dolor del pasado.

Abril libros mil: Apertura de la primera Biblioteca Pública de Ciencias

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Conversamos con la Ministra de Ciencias, Silvia Díaz, para conocer detalles de la creación de la primera biblioteca pública de ciencias, que iniciará su funcionamiento a mediados de abril de 2023, en pleno mes del Libro y a pasos del Palacio de La Moneda

Concurrimos hasta el despacho de la secretaria de Estado para constatar, in situ, la ejecución de este interesante y novedoso proyecto de fomento lector.

Con más de 600 títulos para iniciar su labor la nueva Biblioteca Pública estará compuesta por una colección que incluye textos de corte académico pero también muchas obras de divulgación científica y libros orientados a niños y niñas lectoras.

La Ministra Díaz nos comparte también la idea de combinar su sello feminista en la gestión del Ministerio con este esfuerzo de promoción de la lectura. Es por ello que, a la par de la implementación de la biblioteca, se desarrolla un concurso para bautizar la nueva biblioteca con el nombre de una de estas 5 mujeres chilenas relacionadas con el quehacer científico:

Julieta Kirkwood

Marta Brunet

Rosario Orrego

Adelina Gutiérrez

Adriana Hoffmann

Para quienes quieran participar de este concurso dejamos el link con el formulario que deben completar AQUÍ

“La muerte viene estilando” de Andrés Montero: todas las historias son una sola

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Columna de Felipe Marilao
Columna de Felipe Marilao

La vida es como una caja de bombones: nunca sabes lo que te va a tocar”, decía la madre del protagonista de una película que es ya un clásico. Le faltó decir algo a dicho personaje, me atrevo a señalar: todos los bombones pertenecen a la misma caja. Esto es, en la vida, independiente de lo que nos “toque”, todo está vinculado de alguna forma mayor que no entendemos. Esa es la primera impresión que siento tras cerrar el libro en el que se centra esta reseña.

No lo he dicho aquí, aunque tal vez por el tenor de mis reseñas se intuya, pero me gusta el cuento. De todas las formas de la narrativa es quizás la que más me gusta. Y hay ciertos libros de cuentos que me dan la impresión de ser escritos por fantasmas. Hay algo extraño en ellos, no necesariamente temible, y sin embargo dan cuenta de una mirada difícil de encontrar en mucha gente. Algo que se ve desde afuera y adentro a la vez.

Algo de eso encontré en la quieta belleza de “La muerte viene estilando”, de Andrés Montero. Hay libros que hablan hacia lo grande, y me gustan. Sin embargo, también hay libros que, independiente del escenario donde se desenvuelvan, hablan desde la intimidad. Mucho de eso tiene este volumen de seis cuentos donde, pese a no ser una novela, todos los textos están vinculados por sus personajes, sus historias particulares y su relación con la caleta y el fundo Las Nalcas, escenarios donde se desenvuelven estas historias que, en verdad, son parte de una historia mayor.

Y lo mejor de estas historias no son la habilidad con que Montero arma la trama general que narra, que ya es muy bueno, sino la emoción y la belleza con que desenvuelve cada una de ellas. La rabia, la venganza, el recuerdo, la amistad y el destino, entre otros, se van entrelazando como las hebras de los ponchos que teje Eulalia, uno de los entrañables personajes del compendio, y que tiene uno de los momentos más reveladores y hermosos del libro, ya cerca del final. En resumen, un libro bellísimo, que me recuerda en ciertos aspectos a lo fantasmagórico de Juan Rulfo y a lo íntimo y querible de Oscar Castro, donde la muerte es uno de los hilos principales y donde es a veces un referente, un oscuro temor y, en las últimas páginas, una envidiosa. Un gran libro desde la primera palabra a la última.

Y bueno, escoger un libro también es como una caja de bombones: nunca sabes lo que te va a tocar, y todos los libros son parte de lo mismo. Lo que importa es qué se escoge. Y si se remite a esta reseña le aseguro que habrá escogido bien.

 

 

La muerte viene estilando

Andrés Montero

La Pollera Ediciones

Un gato que cae por las escaleras sin hacer ruido ..

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Federica Larraín en Libros y Bibliotecas
Federica Larraín en Libros y Bibliotecas

De la mano de la Editorial Cuarto Propio la actriz Federica Larraín Matte debuta como novelista con: El gato cae por las escaleras sin hacer ruido. Una novela de amor de dos jóvenes mujeres de clases sociales diferentes, encerradas en la misma casa y en un país que se resiste a los cambios.

En esta entrevista Federica nos comparte detalles de su proceso de formación como escritora, el surgimiento de este relato y la forma en que maduró con el tiempo, hasta convertirse en la novela que es hoy.

Agradecemos a El Café escondido, ubicado en Dr. Manuel Barros Borgoño 199, Providencia, a pasos del Metro Manuel Montt por facilitarnos el espacio para grabar y hacer esta conversación.

Pase, vea, escuche, comente y comparta …

Fragmentos de una formación lectora

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Fragmentos de una formación lectora. Columna de Patricio Contreras
Fragmentos de una formación lectora. Columna de Patricio Contreras

Uno de los libros que acumula polvo en mi velador es El lector literario, de Pedro C. Cerillo, un texto que se pregunta qué es un lector y cómo se forma esa capacidad de descifrar lo que leemos para conectarlo con nuestra propia experiencia y conocimiento.

Desde que nació Leo inevitablemente pensé: ¿cómo se forma un lector?

Digo inevitablemente porque un hijo recién nacido tiene un poderoso efecto. Dice el escritor Andrés Neuman:

“Todo el mundo sabe que criar es tratar de construirle un futuro a la criatura (…) lo que yo no sabía es que el pasado se aceleraba de esa manera. El pasado corre, se pone a tu altura, te rebasa y se te vuelve a poner delante, porque todo lo que olvidaste de tu infancia empiezas a volverlo a vivir”.

Así es como en las últimas semana empecé a repasar mi formación lectora: aquellos hitos, eventos, momentos, personas, libros y citas que han marcado una trayectoria que cada año, cada día, sigue evolucionando.

Hice un esfuerzo por encontrar esos retazos y rearmar mi proceso formativo. Lo divertido es que fracasé. Lo único que logré fue esbozar episodios inconexos. Pero me gustó el resultado. Acá dejo algunos momentos:

1

Justo al subir por la escalera de mi casa hay un librero café que intenta contener la biblioteca familiar. Tiene tres repisas y en la parte baja un par de puertas que albergan cables y cachureos y cintas VHS. Las novelas escolares y enciclopedias se mezclan con álbumes de fotos, revistas de Condorito y algunos ejemplares de Asterix, uno de mis cómics favoritos. Me cuesta leer y decir “Asurancetúrix”.

2

En una de las enciclopedias de El mundo de los niños había un juego: atravesar un bosque y responder preguntas para tomar la ruta adecuada; al voltear la página sabías si estabas en lo correcto y continuabas el camino o te caías al despeñadero o te comían las fieras del bosque. Aprendizaje: releer es un placer, incluso cuando el desenlace es conocido.

3

¿Cuál fue el primer libro que leí? Pregunta imposible. Si estiro mi memoria con elástico pienso en El muñeco de don Bepo de Carmen Vásquez-Vigo. Lo que sí tengo tatuado son las primeras lecturas escolares que disfruté: Pesadilla en VancúverTerror en Winnipeg y Asesinato en el Canadian Express, la trilogía policial de Eric Wilson. Son libros de El Barco de Vapor que aún conservo y forman un bloque color naranja en mi librero. Con Wilson empieza mi romance con la novela policial.

4

Es marzo o abril de 2002 y estoy en mi cama, en la casa de mis abuelos, leyendo La última niebla de María Luis Bombal. Es de noche. Pienso que no soy bueno para nada pero quizás puedo ser bueno para leer. Me siento mejor conmigo mismo.

5

En su infancia mi papá vivió en calle San Diego, en el centro de Santiago. Una vez me contó que vio a Neruda vitrineando libros en la primera cuadra. Me imagino al poeta regateando. Cuando ya soy quinceañero voy a San Diego y compro El Socio de Jenaro Prieto por mil pesos. La edición es horrenda, la portada es un adefesio, pero la novela es —y sigue siendo— mi favorita.

6

Desarrollo una afición por mirar libros. Mi primo Guillermo me invita a la feria de anticuarios y libros usados de la Universidad Mayor. Me embriaga el olor a papel roneo y polvo acumulado. Observo mesa por mesa y memorizo nombres que se repiten: Rabindranath Tagore, Lope de Vega, Tirso de Molina, Goethe, Cervantes. Creo que compré El Aleph de Borges, en una de esas ediciones de revista Ercilla. Lo que sí tengo nítido en el paladar es que después fuimos al Dominó y me zampé un completo con salsa verde.

7

Me inscribo en un taller de lectura de novelas del siglo XX en la Municipalidad de Providencia. Tengo 17 años y el resto de los participantes son adultos serios, comelibros. Me llevo bien con algunas ancianas que tienen mucho tiempo libre. Un día un tallerista lee algo que escribió, el fragmento de un cuento o novela o quizás qué cosa. El grupo hace mierda su texto. Degusto el morbo de la crítica.

8

Leo y releo El socio. Me grabo a fuego el epígrafe de Oscar Wilde: “Los únicos seres reales son los que nunca han existido”. Se convierte en mi mantra para muchas de las lecturas posteriores.

¿Cómo fue tu formación lectora?

La cita

“Cuando abro ese viejo álbum y rasco las pegatinas amarillentas con los bordes levantados, lo que básicamente huelo no es a pizza, ni a chocolate, sino a mi infancia”.

—John Green, Tu mundo y el mío

 

 

Un verdor terrible: un libro para pensarlo sin pensar en nada y, a la vez, en todo

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Un verdor terrible, Comentario de Felipe Marilao
Un verdor terrible, Comentario de Felipe Marilao

En mi niñez, cerca del cerro Renca en la segunda mitad de los ochenta, vimos con mi familia una luz en medio de la noche: parecía, al principio, una estrella fugaz, pero nos percatamos que era demasiado lenta y, a la vez, demasiado cercana para serlo. La luz blanca entonces se inflamó, iluminó el cielo renquino por un segundo que pareció eterno y, tal como apareció, se esfumó sin ruido. Al día siguiente, mi hermana me comentó que los computadores de su colegio (todos en el amanecer de las enseñanzas computacionales de esos años) se habían vuelto locos y se elaboraron diversas teorías para explicar el fenómeno: ¿un OVNI? ¿un globo sonda? ¿en verdad una extraña estrella fugaz que chocó con la sombra monolítica del cerro? Todo lo que quedó de la anécdota (o del sueño; más de 30 años después ya ni siquiera estoy seguro si ocurrió) es que la luz era un misterio indescifrable.

¿Por qué les cuento esta breve historia? Quizás para acercarme a los propósitos de esta reseña, aunque tal vez me aleje de él. Rezaba Cortázar, en una analogía boxeril, que si una novela gana por puntos el cuento lo hace por nocaut. El resultado, no obstante, es más o menos el mismo: el derrotado (o el lector, que para este caso es lo mismo) queda en un estado extraño entre la excitación y el mareo, entre la claridad y la casi impenetrable confusión. ¿Qué se puede decir, entonces, de un libro que no solo es confuso en su estructura (¿relatos? ¿cuentos? ¿una serie de prefacios para una novela corta?) sino que a la vez habla de varios de los episodios más fascinantes y confusos de varias de las ramas más (y esto es quizás una paradoja) fascinantes y confusas del conocimiento humano?

Es extraño hacer un resumen de “Un verdor terrible” de Benjamín Labatut (Anagrama, 2020) pero intentémoslo: en varios de estos “relatos” se cuentan historias inconexas que conectan las vidas de varios protagonistas de los episodios fundamentales de las matemáticas, la geometría y (en especial) la física del siglo XX, infiriendo (a veces sutil, a veces ruidosamente) cómo estos trabajos intelectuales afectaron y afectan el destino de la humanidad.

A priori, un libro estructurado de forma confusa que se detiene más en la importancia de ciertas teorías que en la personalidad de los personajes o en hilar una historia comprensible suena a una pésima apuesta, ¿no? Pues ese es quizás uno de los grandes triunfos de este libro. Su estructura podría nombrarse de muchas formas, pero no tiene importancia porque las historias se mueven grácilmente; las teorías parecen más una aventura que un ejercicio matemático (y en el libro se habla de fórmulas y ecuaciones como Poe habla de cadáveres y gatos) y las historias con que los distintos personajes (todos reales, pero ficcionados por la habilidad de Labatut) llegan a sus conclusiones son del todo fascinantes. Hablar de física y matemáticas y de sus teorías y conclusiones parecen ser, en teoría (¡oh, la Ironía!), la antesala de un libro árido e impenetrable. Sin embargo, es uno de los libros más deliciosamente extraños y oscuramente claros que he leído en los últimos tiempos. Y, como cabría esperar de un libro semejante y al igual que las historias que narra (sobre todo la “principal”), no arroja un final o una conclusión cerrada. Es un libro para pensarlo sin pensar en nada y, a la vez, en todo. Citando una de sus fascinantes líneas: “Dígame, profesor, cuándo empezó toda esta locura. ¿Cuándo dejamos de entender el mundo?” Creo que este es el efecto final del libro. A través de las historias de genios que con sus cavilaciones llegaron a la casi plena confusión, el lector lo abandona así: confundido, quizás algo azorado, pero a la vez fascinado como el que ve por primera vez una luz de la que sabe que es una luz pero no su origen, y cuando la luz desaparece deja extrañas respuestas que a la vez invitan a nuevas preguntas que generan nuevas respuestas con nuevas preguntas hasta que uno concluye, no por cansancio sino por fascinación, que no sabe cómo seguir.

Vuelvo a Cortázar para concluir: no sé si este libro terrible ganó por nocaut o por puntos, pero sí que me dejó en el piso, vencido, y sin embargo con la adrenalina a tope. Como cuando vi esa luz en mi infancia: confuso y maravillado.

 

“Un verdor terrible”

Benjamín Labatut

Anagrama

2020

La Casa Colorada abrirá sus puertas con un nuevo punto de lectura

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El Museo Casa Colorada de la ciudad de Santiago, uno de los más emblemáticos del país, ha sido objeto de una profunda transformación y remodelación, está pronto a ser reabierto; te invitamos a ver esta entrevista para conocer detalles de la nueva muestra museográfica que encarna este proceso de transformaciones.

Junto a Andrés Mosqueira recorrimos el derrotero histórico de este edificio patrimonial, construido a fines del s. XVIII y contemporáneo del Palacio Presidencial La Moneda, que de ser la casa privada del Conde de la Conquista (primer gobernante del proceso de independencia chileno) a un cuartel de milicias, luego un recinto comercial y punto emblemático de la  bohemia santiaguina a, finalmente, el museo de la ciudad de Santiago.

Hace ya 13 años el pequeño equipo, encabezado por Mosqueira, inició un proceso de remodelación y restauración del edificio pero, también además, se abocaron a la modificación del relato museográfico que contempla la muestra instalada.

La Casa Colorada abrirá sus puertas este primer semestre de 2023, el proyecto también contempla mejoras para el Centro de Documentación y Biblioteca que posee que incluyen la creación de un nuevo punto de lectura, una buena noticia para los lectores de Santiago.

Te invitamos a disfrutar de esta entrevista en el nuevo formato que estrenamos este 2023 en LyB, tratando de mejorar día a día en nuestros contenidos.